Cape Epic (MTB). La Resurrección. Día 4

24 Marzo 2010
4ª Etapa:

Ceres - Worcester  (86km / 1640m)


Por la mañana me levanto y el corazón ha vuelto a su ritmo normal. A la tranquilidad que eso supone, se une el hecho de que me levanto con un hambre terrible. Desayuno una barbaridad y bebo todo el agua embotellada que puedo. Y tomo una decisión que se revelará clave para el resto de etapas: en vista de que no puedo con las pastillas, ni geles, ni polvos recuperadores, ni siquiera con las densas y pastosas barritas que nos daban en los avituallamientos, decido dejar de lado todo eso y llevarme plátanos de sobra y llenar los tres litros de capacidad del Camelback con agua embotellada, así como el litro del bidón. "Mano de Santo", como veréis más adelante.


Para esta etapa, acordamos de nuevo que saldría yo marcando el ritmo para no forzarme. Le hice saber a J.L. que tenía bastantes dudas acerca de mi estado, no sabía como iba a responder y le dije que rodaría sin forzar nada, pero pendiente del tiempo de corte para llegar a meta dentro del mismo. De hecho, nos pusimos al final de nuestro grupo en la salida (se nos organizaba por grupos en la salida dependiendo del tiempo que fuéramos haciendo en la clasificación general) y allí nos quedamos durante mucho tiempo.

La etapa empezaba con ligera subida, que fue suficiente para que todo el grupo, salvo gente que tenía averías, nos dejase pronto atrás, pues yo no forzaba en absoluto, tenía mucho miedo a cómo pudiera responder después de la debacle del día anterior. Pero este día amaneció nublado y estuvo así la mayor parte del mismo, hecho que me beneficiaba mucho, pues la temperatura bajó y el desgaste era menor. A ello se unía el hecho de que era la etapa más corta si exceptuamos la contrareloj del día siguiente y la última etapa.

Poco a poco, sin forzar demasiado, fuimos alcanzando al grupo e incluso rodé a buen ritmo siguiendo a rueda a otros equipos en varias zonas llanas. J.L., a pesar de que el terreno le era propicio, me dejaba a mi marcar el ritmo para no forzarme. Fui notando mejoría pero en ningún momento me puse cerca del límite, temeroso de algún desfallecimiento, pues si algo aprendimos es que en la Cape Epic no te puedes fiar nunca, ya que en cualquier momento el terreno se hace impracticable. Pero el principal enemigo ese día fue el fuerte viento pues, aunque nos favorecía mayormente dado el rumbo que llevábamos, hubo una zona llena de "zetas" subiendo y bajando y cuando el viento daba de costado o de frente, era un suplicio.

J.L., viéndome como iba evolucionando y consciente de que lo peor había pasado, "tomó el mando de las operaciones" y se puso a cortarme el viento, tirando de los dos y haciendo un extraordinario esfuerzo. Terminamos la etapa cómodamente y sin ninguna avería mecánica.

Pero lo mejor estaba por venir: en la meta devoré literalmente los sandwiches que nos dieron al llegar. Seguidamente, le dije a J.L. que me iba a por un plato de pasta en uno de los puestos que había en el campamento y él se apuntó también. Después, dimos cuenta de una hamburguesa. J.L. ya no pudo con un perrito caliente que vino después, pero yo me lo comí también. Posteriormente, en la cena, repetí dos veces y además, no paré de beber litros de agua y de zumo desde que llegamos a meta. Mi cuerpo demandaba "materia prima" y yo se la suministraba. Las pulsaciones eran las correctas y por fin pude tranquilizarme, pues quedaba lo peor de la Cape Epic. Lo que ninguno de los dos sabíamos en ese momento, es que con esta etapa habíamos cerrado un capítulo de la Cape Epic y lo que vendría después no se parecía en nada a nuestro rendimiento hasta el momento.

David.

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